Política económica aplicada

He de decir que escribo esta entrada con dos finalidades bastante egoístas. La primera es la de repasar la materia de la que me examino en unas horas. La segunda, tratar de hacer más accesible  en el futuro esa materia de macroeconomía y no tener que rebuscar entre montañas de apuntes.

Ante cualquier entorno económico que no sea del agrado de un gobierno (por sus implicaciones en el corto o en el largo plazo), desde la dirección política del Estado se pueden emprender dos tipos de políticas económicas, las de oferta y las de demanda.

Las políticas de demanda

Su implementación es más directa y sus resultados tienen lugar en el corto plazo, por lo que la relación causa-efecto entre la política y sus resultados es más claro para los ciudadanos. En primer lugar tenemos las políticas fiscales, basadas en aumentar el gasto público (a través de los Presupuestos Generales del Estado) y disminuir impuestos cuando tienen un carácter expansivo, y al contrario (menos gasto público, más impuestos) cuando es una restrictiva, o sea, enfocada a un enfriamiento de la economía.

Actualmente en España es necesario desarrollar políticas económicas expansivas, para recuperar el crecimiento y salir de la crisis. ¿Por qué se aumentaron los impuestos indirectos hace un año y actualmente se planea reducir el gasto público en los próximos presupuestos? La razón está en que ya se emplearon este tipo de políticas en un primer momento de la crisis (Plan E, Plan 2000E para la compra de vehículos) y ahora nos pasan factura en forma de déficit estatal. El superávit previo a la crisis no ha sido suficiente para sustituir al consumo privado durante la recesión, y una vez que éste se ha agotado, toda política fiscal expansiva necesita ser financiada, lo que es un problema ya que los mercados financieros no están muy seguros de que el crecimiento futuro sea suficiente para devolver lo prestado junto a los intereses.

En segundo lugar tenemos la política monetaria, consistente en la regulación de la oferta monetaria (cantidad de dinero disponible en la economía) y la fijación del tipo de interés por el Banco Central. Estas políticas no están en manos del Gobierno español sino del Banco Central Europeo, de acuerdo con los tratados firmados para asumir una moneda única. Aún así, la política monetaria actualmente es bastante expansiva (es lo conveniente para España actualmente si quiere salir de la crisis) ya que los tipos de interés están situados en el 1,25% (bastante bajos, aunque se prevé que vayan subiendo a lo largo del año). ¿Por qué no ayuda eso a la recuperación? Los tipos de interés están tan bajos y las expectativas tan bajas que hemos entrado en una trampa de liquidez, donde la demanda de dinero ha perdido sensibilidad ante cambios en el tipo de interés (para realizar inversiones y compras de bienes de consumo duradero).

Por último, dentro del capítulo de las políticas de demanda, encontramos la política comercial. Con esta política se intenta hacer más competitivos los productos nacionales a los extranjeros, o desincentivar la importación de productos extranjeros, a través del establecimiento de aranceles, contingentes, regulaciones del comercio y los tipos de cambio (el precio en dólares que se paga por cada euro, por ejemplo). Las variaciones del tipo de cambio hacen que los productos nominados en euros se paguen con menos dólares (por ejemplo), por lo que serán más baratos para los compradores extranjeros. Este tipo de políticas también son inaccesibles dentro del marco de unión monetaria y zona de libre comercio europeo. No obstante, las devaluaciones como las de principios de los 80 y el ’93 son las que han propiciado la recuperación económica en crisis anteriores.

Políticas de oferta

Las políticas de oferta son bastante menos concretas que las de demanda e implican un compromiso político mucho más alto. Un claro ejemplo de esto son las políticas de renta, que pretende hacer disminuir el coste de retribución del trabajo y la función empresarial como factores productivos. ¿Cómo? Pues de forma bastante similar a la que se ha diseñado la reforma de las pensiones, con un acuerdo con los agentes sociales para hacer que la moderación salarial y de los beneficios haga que sea más barato producir (o al menos no siga subiendo los precios de manera incontrolada,  con la consiguiente pérdida de competitividad frente a los países de nuestro área comercial). Para que este tipo de políticas sean viables se necesita un gran capital político para poder llevar a cabo los acuerdos y la necesaria cooperación de sindicatos y empresarios.

Finalmente, sólo queda por revisar la política estructural. Si no tienes ninguna jugada posible, cambia el tablero. Estas políticas hacen que el contexto económico sea más favorable para el crecimiento y la competitividad. Flexibilizar el proceso de creación de empresas, la reestructuración de sectores económicos (González hace veinte años), la remodelación del modelo fiscal y los cambios en el marco de las relaciones laborales. Estas actuaciones pueden incentivar el desarrollo de nuevos sectores económicos, hacer los existentes más productivos, y en general, hacer que las instituciones sean propicias para el crecimiento económico sostenible.

Conclusión: de las políticas de demanda mejor nos vamos olvidando a menos que a alguien se le ocurra alguna forma de hacer que el estado gaste más y recaude menos a la vez, porque el resto de posibilidades pasan por aumentar el déficit público. La posibilidad de salir de la zona euro para poder utilizar las otras dos políticas de demanda sólo podría darse en el largo plazo y es un tema bastante complejo, como para dedicarle otro post, como ya ha hecho Roger Senserrich en Materias Grises. España juega su batalla en las políticas de oferta, por eso es tan importante para nuestro ejecutivo «aprobar reformas«.

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